sábado, 26 de mayo de 2007


La Oscuridad22-diciembre-2006

Era otra vez Navidad. Casi como cada año, en las mismas fechas, aparecía de pronto la nube de la nieve, negra y puntual a la cita.
La puesta en blanco de la oscura nube, traía tras de si, una ráfaga de viento asignada sólo a ella. La Sierra vigila las formas, las maneras, el protocolo.
Y mientras los hombres otean el horizonte, las mujeres ponen a salvo todo lo que importa. Los niños y niñas, se desdibujan en las calles y se lamentan. Los perros: temen.
Ya nadie vigila los rebaños. Hay que ponerse a salvo.
Todo ocurre de repente. El mejor de los días soleados del invierno. A la hora en que alcanzan los tejados, la mayor temperatura. A plena luz del Sol, el día, finge que es de noche.
A nadie engaña. Todos saben lo que ocurre.
Con destreza sorprendente, el pueblo se viste con sus mejores cerrojos. Todas las casas adornan sus portones con palas y grandes colecciones de troncos cortados exactamente igual.
Chimeneas trabajando y… La Oscuridad.
Aquí empieza todo lo que queda, merodear y cazar. Cosas que importan para sobrevivir tras la tormenta.
Lo cierto, es que todo resulta más fácil cuando hay tormenta, ya que los hombres entretienen sus fuerzas en conservar lo que perderán más adelante, aferrándose a cosas sin relevancia. Perecederas. Inútiles para nosotros, los lobos.
Siempre andan haciendo cosas que les distraen, cosas que, a nosotros, nos encantan, ya que es entonces cuando aparecemos en escena.
Somos oportunistas, pues es una de nuestras armas y no la vamos a despreciar.